Táboa Redonda: Roth contra la simpleza
Publicado en el suplemento Táboa Redonda del domingo 9 de abril de 2017 |
Roth contra la simpleza
"Acabo de leer “Me casé con un comunista”,
de Philip Roth, que junto con “Pastoral americana” y “La mancha humana” compone
su llamada trilogía americana, un retrato de la Norteamérica de la segunda
mitad del siglo pasado.
Roth es un escritor que se estudiará como
uno de los clásicos de nuestra época. Uno de los primeros que me vinieron a la
mente cuando lo del Nobel a Dylan. “El lamento de Portnoy” y “El teatro de
Sabbath” bastarían para probarlo, aunque no hubiese escrito nada más y a pesar
de las decenas de inaguantables páginas que en “Pastoral americana” dedica a
explicar detalladamente cómo se confeccionan unos guantes. Y en “Me casé con un
comunista” vuelve a demostrarlo al llevar la observación de los protagonistas,
de sus comportamientos, a un nivel de lucidez fascinante; al explicar sus
personalidades hasta la capa más profunda, y además hacer que nos las creamos.
El libro gira en torno a una escandalosa denuncia
en la época del mccarthysmo (“la primera floración de posguerra de la
irreflexión norteamericana que ahora se evidencia en todas partes”), y por
tanto habla de política, pero no es ese el tema. Porque el tema son los afanes
y derrotas de sus personajes, y lo otro es el decorado. Y precisamente esa
diferencia entre individuo y sociología es la que subraya cuando condena la
simplificación de las críticas y los juicios que nos rodean, y cuando insiste
en la contraposición entre política y literatura, entre un militante y un escritor:
“La política es la gran generalizadora y la literatura la gran
particularizadora. En tanto que artista, el matiz es tu tarea. Tu tarea no
consiste en simplificar. Sigue siendo la de elucidar la complicación, denotar
la contradicción [y ver dónde, dentro de ella] se encuentra el ser humano
atormentado. Permitir el caos, dejarlo entrar. De lo contrario, produces
propaganda”.
Porque el valor de la literatura, su
validez universal, surge, paradójicamente, de esa particularización, que es la
que nos permite vernos de cerca y en toda nuestra complejidad. No nos amoldamos
a un esquema al pensar, al sentir ni al actuar. No lo hacemos, por muchas
referencias que compartamos. La vida no simplifica, y por tanto la literatura tampoco
debe hacerlo. No debe ofrecer atajos a través de la maraña de nuestros
sentimientos, de nuestras relaciones ni de nuestras ideas, sino todo lo
contrario: somos, eres, soy todo esto, nada menos.
Y el compromiso del escritor, según Roth,
es hacernos sentir parte de una inagotable variedad, mantener vivo, en un mundo
burdamente homogeneizador, lo particular, lo individual. Lo humano."
* * *
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