El traje
Hace unos años, mi madre, que ayuda en el “ropero” de Cáritas, atendió
a una señora que buscaba un traje para su marido. Le enseñó varios, mientras la
señora se lamentaba de que ella, que tanto había dado, se viese ahora pidiendo.
Entre frases de consuelo, encontraron uno gris impecable. Era para ir de
muerto, explicó la mujer bajando un poco la voz; para el entierro.
Tras la sorpresa inicial, mi madre, práctica como es, le preguntó
si no sería mucho traje, aquel, para usarlo solo una vez. Que daba un poco de
pena malgastarlo, con perdón, así. Y
aunque la señora dejó claro que quería lo mejor para su hombre, aceptó mirar un
poco más, hasta que dieron con otro, algo pasado de moda pero de buen ver, que
le pareció perfecto.
O no tan perfecto: temía que le quedase un poco estrecho de
cintura, el pantalón. Claro que podía soltarle un poco. Mi madre le sugiere que
también podía abrírselo por los lados; que total no se iba a notar. Pero no,
que ella sabe soltarle y se lo arregla. Pero que con la chaqueta también duda,
le parece pequeña. Y entonces
va y se la prueba ella, se la abrocha, se mira en un espejo y dice que es un
poco justa; a lo que mi progenitora le hace ver que lleva un jersey, y que su
marido no va a ir de jersey. En efecto, iba a ir de camisa de seda; pero con
camiseta. “¿Camiseta para qué?”, dice mi madre. Y ella contesta que, con este
tiempo... Pero la cara de mi madre la convence de que da un poco igual.
La señora levanta los brazos, los cruza,
los dobla. Que le ciñe, que no es muy cómoda. Pero él no se va a mover, le
explica de nuevo, igual de racional, mi madre. La señora reconoce que no. Tras
un momento de silencio, mi madre le aconseja que le abra un poco la espalda,
que al fin y al cabo no se le va a ver. Pero la señora insiste en que para algo
sabe coser, y que mejor se la prueba.
Mi madre,
a esas alturas, no puede evitar comentarle que, la verdad, probarle ya muerto parece
que da un poco de cosa. “¡No, mujer, pero no está muerto! –contesta ella- No.
Va a morirse. Poco le queda, pero aún está vivo. Por eso yo le pruebo, le suelto
un poco donde le haga falta, y ya le queda listo.”
* * *
Esas Mujeres: “Venerables Ángeles del ropero de Caritas Diocesana” que ayudan a semejantes caídos en la pobreza, indigencia o mendicidad, ayudándoles a sobrellevar esa situación en que se ven por causas sociales de desamparo, venidos a menos y en que el socorro de Caritas Católica, les ayuda a navegar esa situación, para llegar al “puerto en su hogar o familia “ que espera con gran esperanza y consuelo esa ayuda desinteresada de ese “Ente: integrado por esos auxiliares-desinteresados” y que en mi caso fue primordial con mi abuela y madre, en aquel hogar pobre, pero muy feliz con ellas, así fue, hasta su desaparición, muchos años después con 94 años mi abuela y 70 de mi madre.
ResponderEliminarCon gratitud, recuerdo que mi primera cama era de esa procedencia:
Caritas Católica Diocesana extendida por todas las ciudades y pueblitos de España, filial de CARITAS INTERNATIONAL por todo el mundo… por la Iglesia Católica
Me sustituyó un viejo y apolillado camastro y oxidado somier -de estirado parecía una litera colgada- se hundía, por su endeblez, con mi peso en forma similar a literas de campaña o a las instaladas años ha en los navíos; era cama muy desvencijada y esa nueva cama de “Caritas – Caridad”, no la olvidaré nunca jamás…
Por eso he seguido, con conocimiento e interés, ese sugestivo relato, que sé cierto y que me volvió a un tiempo muy feliz con aquellas dos “viejitas mías, y hoy ya desaparecidas, pero nunca olvidadas”…
Cuando se te muere o se te está muriendo alguien querido (realmente querido), pasan cosas de índole digamos que un tanto irracional. El funeral de mi madre lo estuve "meditando" varios días. Y se me metió entre ceja y ceja que el coche fúnebre fuese rojo, que era su color favorito. Me miraban con gestos de pena y paciencia cuando expresaba mi necesidad. Y al final mi madre se dio su último viaje en un Mercedes bermejo. Estoy convencida de que, de haberse dado cuenta, le habría encantado la idea.
ResponderEliminarUn día les contaré un par de detalles del de mi padre, pero con dos cervezas por delante, que resta mucho dramatismo a la cosa.
ResponderEliminarQué mezcla entre ternura, grima y un poco de coraje me ha dado su anécdota. No sé si la señora me cae bien o mal. Necesito saberlo, si no, ¿cómo voy a juzgarla?
ResponderEliminarQué mezcla entre ternura, grima y un poco de coraje me ha dado su anécdota. No sé si la señora me cae bien o mal. Necesito saberlo, si no, ¿cómo voy a juzgarla?
ResponderEliminarManolo, me acordaba de lo de tu cama; y de la leche, creo, ¿no? Un abrazo.
ResponderEliminarCal, es muy curioso eso que cuentas. Seguro que sí, que le habría gustado.
Nacho, Iván, abrazos.
Me ha encantado.
ResponderEliminarBesos
Me alegro.
ResponderEliminarLa realidad supera a la ficción, ya ves.