En esta ocasión vi a seres muy queridos, con los que disfruté muchísimo: mi hermano pequeño, mis amigos del Bremen, mis amigos... Y paseé mucho, anduve sin parar el día entero, viéndolo todo otra vez (iba con ganas de museos y aproveché la oportunidad). Y me volví con la sensación de que por esa vez ya era suficiente, contento de regresar a casa y a esta calma.
Un provinciano en Madrid
Tantos coches, tanta gente y tan diferente.De las terrazas de algunos áticos asoman árboles. Unos gorriones que picotean un vómito en la acera salen volando cuando me acerco. Paso junto a sastrerías a medida y clínicas de estética. Algunas expresiones en el metro me entristecen profundamente: son la cara del cansancio. En el asiento de enfrente un noble inca en sudadera me atraviesa impertérrito con la mirada, y a su lado se sienta una princesa persa que vuelve de comprar una almohada. En el banco de mi izquierda una adolescente le pregunta a un amigo suyo si su hermana mayor es hija del mismo padre, él le contesta que sí y ella dice que qué guay. Al abrir la puerta para entrar en un vagón tengo que aguantar a un chico para que no se caiga: apenas se sostiene de pie, lleva los pantalones por las rodillas, los ojos se le cierran y tiene heridas en la frente; una señora de unos sesenta años, de pelo corto, bajita y con gafas, se levanta, lo sienta y le da unos pañuelos para limpiarse, y yo pienso que esas son las personas que mantienen todo esto a flote. La lucha de la publicidad de los restaurantes, de las tiendas, de las cadenas por arañar un poco de atención me ha resultado siempre deprimente, pero la presencia de la foto ganadora del concurso “Selfie con tu abuela”, en una pantalla gigante en medio de la Gran Vía, alcanza las cotas de distancia de “Blade runner”. Ve comiendo, escribe una chica, yo voy directa a la ducha que he estado con unos papiros llenos de bacterias y esporas. En una calle donde los escaparates no ponen los precios me permito entrar a tomar una cerveza en un bar con maderas oscuras y luces ambarinas. Me quito el chaquetón Quechua enseguida, pero en mi cara se adivina la duda. El dinero de toda la vida se percibe a la legua, en la ropa, en los flequillos, en la forma naturalmente elegante de peinar las canas impecables y en que se habla de él como de un viejo amigo. Niñas de trenzas rubias en uniforme entran en portales con cariátides de mármol y saludan al portero, y yo pienso que a veces también las ventajas pueden ser algo difícil de superar. En la cafetería del Círculo de Bellas Artes el dinero que se ve, en cambio, es progre, y entre los hombres maduros se traduce en una marcada tendencia a vestirse de jóvenes: me digo a mí mismo que es algo que debo recordar y evitar. De noche, desde una parada de bus unas prostitutas me llaman entre risas, tal vez porque una se ha quitado la falda y la examina muy de cerca a la luz de la marquesina. En una galería de arte, los asistentes a la inauguración de una exposición fotográfica sobre el Amazonas charlan, todo sonrisas y melenas, mientras un camarero de esmoquin les ofrece en una bandeja plateada copas de champán.
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Nos congratulamos de su doble presencia (Progreso de LUGO y BLOG) y también su simultaneidad de aparición (Diario y BLOG) que mucho estimamos tras su larga ausencia (unos... diez días) pero de síndrome de abstinencia para sus seguidores...
ResponderEliminarEsperamos haya sido muy feliz el 19 de marzo (con todo lo que ello conlleva en su doble faceta de hijo y padre)... aunque mejor es celebrarlo diariamente... para evitar los obligados regalos anuales del día del Padre...
Madrid con "su espontainedad acaricia tactil "un abrazo a La Naturaleza a su flatware oxigeno y siempre "tan lleno de multitud. .. yo tambien tengo Familia ahi pero no se donde.. cuando fui con papa de "paso para Inglaterra, Canada a mid ieci-siete se extremists F LASHDANCE, muy bonita; papa prefers Las Strippers... debe ser por "la humiliation de " sus.calores. se te hecho en f alta.
ResponderEliminarFalta de oxigeno y se estrenaba
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