No sé por qué, después de haber contado aquí cosas tan importantes, tan íntimas que me exponía casi del todo ante cualquiera, esto me da cierto pudor. Pero creo que es una tontería: sin duda es algo que compartir aquí, como he compartido tantos y tantos momentos señalados.
Hace unos ocho años -no estoy seguro y no tengo aquí los papeles- decidí hacer un doctorado. Y comencé. Los cursos de doctorado me llevaron los dos primeros años, y luego dediqué otro al trabajo que completa esa fase, y que te faculta para comenzar una tesis. Tras eso, paré dos años por completo y, después, al fin me puse con ella. Entre unas cosas y otras, y en gran parte por culpa de infinidad de exasperantes complicaciones burocráticas, he tardado estos últimos tres años en acabarla.
Y el pasado miércoles, día 18, la defendí. Y terminé. Y soy doctor.
Y no se imaginan lo contento que estoy. Y mucho menos pueden imaginar lo liberado, lo aliviado, lo relajado que me siento. Como nunca en mi vida académica, y como pocas veces me he sentido, fuese por lo que fuese.
Hubo varias razones por las que quise hacer un doctorado: llegar a saber de un tema que me gustaba y me interesaba (y la posibilidad de leer sobre él según me apeteciera iba -lo sabía- a acabar en nada); sacarme la espina de la titulación universitaria hecha y derecha (límites que tiene uno); sentirme intelectualmente activo, aprovechado y realizado (sí, así como suena), y, por último, tratar de abrir alguna puerta, si no a otro trabajo, sí a ocupaciones complementarias que supusiesen un aliciente. De todas ellas, las tres primeras se han cumplido ya. La cuarta, tendré que explorarla a partir de ahora.
Pero el coste ha sido tremendo. Me ha costado mucho, ha supuesto muchísimo esfuerzo; más del que imaginaba.
No dudo de lo cansado que debe de ser hacer una tesis dedicándose a ella en exclusiva; lo asfixiante que será. Pero, la verdad, hacerla a base de ratos libres es agotador, agotador. Fines de semana sin niños, mañanas de vacaciones antes de que se levantasen los demás, meses de verano sin ellos, madrugadas antes de ir a trabajar, festivos: siempre había que estudiar. Siempre. Y, aunque no lo hiciera, la carga de saber que debía hacerlo era constante. He pasado ocho años pensando que tenía algo pendiente. Por eso la losa que he soltado es tan apabullante.
Académicamente, siempre me ha ido bien. Los resultados siempre han sido buenos y, sobre todo, lo han sido en relación con el esfuerzo, que nunca ha sido mucho. Pero por primera vez en mi vida estoy orgulloso de mi trabajo. Por primera vez la nota era lo de menos, porque esto ha supuesto un ejercicio de voluntad, de tesón, terrible, y ese ha sido el verdadero logro.
Y estoy muy orgulloso, mucho, de mí mismo.
Soy doctor. ¡Doctor, joder! Y ahora, aun encima, puedo hacer lo que me dé la gana. ¡Y tengo tantas alternativas a mi alrededor! Incluida la de cerrar este ordenador y quedarme todo el día mirando para la pared de enfrente; y sin remordimientos, tranquilo.
Aunque me da que no va a ser eso lo que elija...
¡Enhorabuena!!! Enhorabuena!!! Muchas felicidades. Sé exactamente como es esa sensación de elegir hacer algo porque quieres hacerlo pero que luego te pese... pero enhorabuena otra vez. Disfruta de no tener nada que hacer... aunque seguro que empiezas con otra cosa. Y enhorabuena por haberlo logrado, aunque todos sabíamos que lo lograrías.
ResponderEliminarSabes que de esos 8 años, yo debo llevar por aquí 7? Qué cosas.
Muchos besos y muchas felicidades.
Enhorabuena. Te he podido seguir de cerca en tu esfuerzo y, sinceramente, me alegro. Te lo mereces. Un abrazo, doctor.
ResponderEliminarGracias, Moli.
ResponderEliminarNo es que me haya pesado, porque me alegro de haberlo hecho; pero ha exigido mucho.
Mucho tiempo, sí, y mucho contándonoslo.
Besos 😘
Ángel, muchas gracias. Lo sé. Y tú, también, ya sabes...
¡¡Enhorabuena!!¡Me alegro muchísimo!!. Tómate tu tiempo ahora y disfrútalo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
¡Enhorabuena Doctor! Te lo mereces después de el gran esfuerzo realizado. Disfruta de la satisfacción del logro.
ResponderEliminarGran descripción de las sensaciones y de los sacrificios.
Eres Doctor y puedes estar orgulloso de ti mismo. Yo lo estoy de ti.
Un abrazo.
Gracias, muchas gracias a los dos. Y abrazos.
ResponderEliminarNo hay, académicamente, ningún grado que supere al de Doctor. Es un logro de categoría superior y te doy todas las felicitaciones del mundo.
ResponderEliminarAhora, una paradita de descanso y a pensas, estudiar y escribir, que este grado hay que lucirlo.
Gran abrazo.
Enhorabuena, Porto, y un abrazo.
ResponderEliminarHay que lucirlo, sí. Y me apetece hacerlo (ya estoy recopilando artículos...).
ResponderEliminarMuchas gracias a los dos.
¡ Excelente! celebramos el triunfo y alegría todos los seguidores de su BLOG (con inclusión de los que nunca elevan comentarios) y, que si Ud. cree que ha sido un camino, lento y arduo, el éxito: al finalizar la carrera, mejor se paladea en esa meta que se propuso y alcanzó.
ResponderEliminarPresumiremos, si nos lo permite de tener un Sr. DOCTOR (Doctorado no de salud: SERGAS) pero tan digno como si lo fuera. ¡Enhorabuena y muchas gracias por acordarse de sus seguidores y manifestárnoslo… nos llena de orgullo y satisfacción, saber que se acuerda de todos sus seguidores y más si incluye a los del poco fuelle citados el último día del año pasado.
¡Enhorabuena! Me alegro por ti. Un abrazo
ResponderEliminarMuchísimas felicidades, Porto, te lo has ganado con tu esfuerzo, ¿puede haber algo mejor? Un abrazo fortísimo. Te parecerá una tontería por los relativamente pocos años que nos llevamos y los muchos que hace que nos conocemos, pero me siento muy orgulloso de ti. Otro abrazo muy fuerte, y enhorabuena. Te lo mereces sobradamente. Y otro.
ResponderEliminarGracias, Manolo (siempre tan amable), Elvira y Jesús.
ResponderEliminarJesús, es que eso sienten los amigos, ¿no?
Un abrazo enorme.