8.5.16

Táboa Redonda: no somos tan listos

Vean "El Ala Oeste de la Casa Blanca".



O sea, ¿sabes?



Llevo meses viendo, intermitentemente, “El ala oeste de la Casa Blanca”, de Aaron Sorkin. Es una serie de hace ya unos quince años que cuenta el día a día del presidente de los EE.UU. y de sus más estrechos colaboradores, su gabinete. 
El argumento de cada capítulo a menudo es, en realidad, irrelevante: se discute de política y se toman decisiones de gobierno, pero no son más que excusas para mostrar a unos personajes magníficos que se plantean y resuelven dilemas morales mientras mantienen, como en cualquier trabajo de Sorkin, unos diálogos antológicos. 
Sin duda es, en buena parte, un ejercicio de autobombo por parte de la institución y del Partido Demócrata, y da motivos para tacharla de poco realista; empezando por que todos los protagonistas sean personas íntegras que solo pretenden hacer bien las cosas. Pero, para mí, lo más increíble es la que parece ser la marca de la casa del que ostenta el título oficioso de mejor guionista del mundo: que todos sean tan inteligentes. Y no solo ellos, sino prácticamente cualquiera de los que pasan por allí. Todo el mundo entiende todo, todo el mundo capta las segundas intenciones, todos adivinan de qué les van a hablar, están informados del tema, han pensado sobre ello y tienen una opinión bien meditada al respecto, que además exponen con precisión y pocas palabras, porque, entre ellos, sobran. Todo el mundo es, en fin, listísimo, y las conversaciones son tan eficientes y fluidas que el siguiente paso sería una reunión telepática de los sabios de la “Fundación”, de Asimov. 
Y sin embargo, en el mundo real no hay obstáculo más presente que nuestra incapacidad para entendernos. Entendernos literalmente. Es verdad que a veces discutimos porque discrepamos, pero es mucho más frecuente que lo hagamos porque no comprendemos. Y lo normal en casa, en la calle y en el trabajo es emplear nuestro tiempo y esfuerzo, y perder nuestro humor, tratando sin demasiado éxito de explicar lo que queremos decir. Luego, cuando se tienen las cosas claras, a lo mejor no se está de acuerdo, pero no sucede tanto como nos creemos; lo que de verdad ocurre es que casi nadie entiende nada, o lo entiende mal o a medias. Ni lo que dice él mismo, por supuesto. Y antes de poder hablar del fondo de cualquier cuestión ya nos hemos agotado y puesto de mala leche aclarándola una y otra vez. 
Aunque, quién sabe, tal vez sea preferible así. A lo mejor tanta clarividencia nos llevaría al hastío. Resultaría tan aburrido como sacar el móvil en las discusiones, que nos está dejando sin los “te lo digo yo” y los “no tienes ni puta idea” de toda la vida.





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2 comentarios:

  1. El buscador de Google, aliado con el buscador, es como un padre atento y amable en el que siempre se encuentra atenta y cariñosa respuesta a cualquier clase de pregunta por audaz, ignota, remota e incluso incompleta o escasa de datos, él siempre interpreta nuestro deseo con cumplida respuesta.
    Y así ha sido hace unos instantes... intrigado por lo que escribe: "Vean el Ala Oeste de la Casa Blanca.".
    Mi pregunta, ¿en qué canal de la TV será..., quizás en la TV parabólica con acceso a canales de TV USA...?
    Él, el padre Google, me ha dicho de qué se trata y, más aún, me ha brindado los enlaces para poderla visionar (en castellano y con los episodios y etapas de esta serie de EE UU), y todo esto sin cobrar ni un euro, ni una peseta (de las de antes).
    Lo dicho, Google es como un padre desprendido, que siempre da una buena respuesta con cariño y desinteresada y sin pedir nada a cambio ni ahora, ni después.... ¡¡¡Bendito sea...!!!

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  2. Yo sólo discuto, pero lo hago a muerte y usando todas las villanías que se me ocurran, con las personas que reúnan estas dos condiciones:

    1) Son muy inteligentes.
    2) Que estemos unidos por un gran cariño mutuo.

    Sólo así la discusión tiene sentido: que cada uno dé de sí lo mejor que tenga, en provecho y diversión propios y del otro.

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