18.4.16

Táboa Redonda: olores

De la bosta a la colonia, pasando por los lavavajillas.



Con colonia


 

A mí el olor a bosta no me disgusta. Casi casi se podría decir que, en determinadas circunstancias, llega a gustarme. Si hablamos de xurro ya es otra cosa, claro. O de silo: el silo es asqueroso. Pero la bosta, sola en medio del campo, con ese toque herbal ligeramente ácido, no me desagrada.

El otro día iba caminando por el centro de mi ciudad y, sin motivo aparente, me olió a bosta. E inmediatamente me vino el recuerdo de la aldea; una imagen imprecisa de salir de casa con sol, de un perro esperando a la puerta, un prado y vacas paciendo.

Sin ser Jean-Baptiste Grenouille, el personaje de Suskind en “El perfume”, tengo una molesta (para mí) facilidad para percibir, sobre todo, malos olores: una naranja en mal estado en el fondo de una cesta, nada más entrar en una cocina; o quién ha cenado algo con ajo la noche anterior, cualquier mañana al llegar al trabajo. Y hay olores que matan. Y alientos incompatibles con una amistad íntima. Pero en general el poder de evocación del olfato, tan instantáneo e inesperado siempre, suele llevarnos a sitios donde queremos estar, a momentos a los que agradecemos volver durante una fracción de segundo. Sin previo aviso se nos abre una puerta y podemos mirar dentro.

Yo, supongo que como cualquiera, relaciono mi niñez con ciertos olores: la crema que se echaba mi madre en la cara antes de acostarse, y que yo notaba cuando nos venía a dar un beso a cama (a fresa, olía); el armario de la ropa de mi padre, que a veces abría cuando él estaba de viaje, o el lavaplatos funcionando en casa por las tardes en la cocina recogida, limpia y ya vacía. Si era sábado, entraba seguramente a beber agua, a lo mejor en un descanso de Primera Sesión, y notaba, además del ruido, el olor a agua caliente y a plástico que, por esos misterios de la mente, tan agradable me resulta. Es curioso que algo mecánico y en principio tan impersonal sea para mí el aroma de mi hogar, y que aún hoy, en mi propia casa, siga pareciéndome acogedor.

Anteayer, en el cuarto de baño de mis padres, vi una botella de cristal con forma de licorera, que me pareció la que ya había cuando yo era pequeño, con colonia. La abrí y, a pesar de que debe de llevar más de treinta años vacía, todavía conservaba el olor. Y de repente me vi en aquel baño, y vi el pasillo con la luz del sol que entraba por la ventana de la sala, y la alfombra redonda al fondo. Y vi a mi madre peinándonos a mi hermano y a mí después de comer, antes de ir al colegio. Con colonia.

* * *

5 comentarios:

  1. ;-)

    https://madredemarte.wordpress.com/

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  2. Su narración de Táboa Redonda en su edición nº 31 publicada en la edición dominical del diario El Progreso de LUGO me trae semblanzas de infancia, pero más alejadas en el tiempo (soy un anciano) que las suyas...
    Esa primera palabra de deyección vacuna la asocio:
    A caminos o "rueiros" de aldea visitados en la infancia.
    Es palabra asociada a vacas, condenadas a la desaparición dados los problemas de rentabilidad actuales... y también al establo o "corte" donde duermen a diario y se guarecen y alimentan en invierno.
    A carros del país y arados romanos (de madera) o de hierro muy comunes en la agricultura de los inicios movidos por vacas o bueyes que arrastraban en aquella agricultura tradicional.
    Sustituidos en la moderna agrícola por tractores actuales de gasoil contaminante y, más peligrosos al atrapar o herir en su vuelco al conductor...
    Esa palabra, una quizás de las "evitadas o malsonantes", me recuerda aquellas ocultas u prohibidas (eróticas, o de partes pudendas) contenidas en aquel sorprendente Diccionario secreto de Camilo José Cela en tomos ilustrados y coleccionados en fascículos de entrega semanal en los años 70 de apertura, tras la sufrida y castrante censura católica y franquista en las que todo era pecado y todo estaba prohibido.
    Véase semblanza (gentileza del padre Google) "Diccionario secreto" Edit. Alfaguara en el blog:
    http://biblioteca-erotica.blogspot.com.es/2008/08/diccionario-secreto-i-camilo-jos-cela.html
    Su otra palabra la asocio a un decorado frasco de cristal medio lleno (medio vacío), conservada en un baúl o maleta olvidada de mi abuela y que me provocó un auténtico, sorprendente e increíble flash desenroscar el tapón, envolverme aquella persistente y extraordinaria fragancia de exquisito olor y agradable aroma, inolvidable... Un recuerdo de familia de mi abuela, conservado cual reliquia intocable, culpaba a mi ausente y desaparecido padre de la falta de contenido... Según me confió al preguntar por aquel sorprendente frasco de aroma inigualable en aquel bello pomo de esencia celestial...
    Y disculpe, acabo, que me estoy enrollando y no quiero vuelva a cortarme Blogospot, por exceso de volumen y contenido.
    Muchas gracias por su atención y cordialidad para este su más humilde seguidor de tan excelente BLOG, uno de los mejores de la Blogosfera.

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  3. Yo recuperé el olfato hace unos años tras una operación que se complicó un poco pero, bueno, mereció la pena. Cada mañana y cada noche me aplico Nasacort en las ventanas nasales para mantenerlo, aunque creo que es el cincuenta por ciento del que tenéis tú o Maite (ella tiene un olfato agudísimo, como tú). Yo, tras años sin tenerlo, disfruto de ese cincuenta por ciento cada día, y aunque no siempre es agradable siempre me hace vivir con más intensidad, me hace más feliz. Los olores tienen un poder evocador infinito, como tan bien cuentas. Me ha gustado mucho tu columna. Ah, por cierto, también a mi hermano y a mí nos peinaba mi madre con colonia (con mucha colonia). Un abrazo muy fuerte.

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    1. Debe de ser una sensación rara, la de redescubrir un sentido.
      Me alegro de que te guste. Otro abrazo.

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  4. Una imagen vale más que mil palabras, un padre baña a sus hijos (Gaza @Emad Samir). Inigualable fotografía, como todas las elegidas que ilustran el extraordinario blog, de obligada visita:
    https://madredemarte.wordpress.com/2016/02/

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