Cultura a la carta
En la librería “Méndez”, en la calle Mayor de Madrid, le pido consejo a uno de los socios y me habla con pelos y señales de seis novelas que no conozco. Me abrazo a él emocionado y le cuento que en mi ciudad ya no quedan librerías. Luego comentamos que, en el otro extremo, en la capital hay algunas que ofrecen un producto tan perfecto, tan cuidado en todos los detalles, son tan guays, tan culturetas, que acaban saturando.
En las primeras y últimas salas del Thyssen confirmo que algunas épocas, ciertas tendencias, no me interesan en absoluto. En el museo, ese día, además de la colección permanente -ese recorrido maravilloso y abarcable por la historia de la pintura europea- hay dos exposiciones temporales. Una es de realistas madrileños, entre los que está Antonio López con, por ejemplo, sus famosos cuadros de cuartos de baño: técnicamente es impresionante, asombroso, verdaderamente admirable; pero descubro que no me dice mucho más, que en general esos cuadros, excepto algunas ventanas abiertas a la noche, me dejan bastante frío. Son como relatos perfectos que no contasen ninguna historia. La otra, la de un padre e hijo norteamericanos, Andrew y Jamie Wieth, una mezcla de paisaje rural y personas, en cambio es sugerente y descubre nuevos horizontes en aquel país extraño.
Y precisamente en el comedor de una de esas librerías de moda, en la mesa de al lado dos hombres algo mayores que yo están inmersos en una competición por impresionar a una compañera de trabajo. Uno dice que en verano hace snorkel -o sea, que bucea con tubo-, pero que no aguanta el frío del agua de Cádiz. Y a mí casi se me atraganta la crema de verduritas de temporada.
Hay pocos cuadros del Prado que me impresionen más que el San Jerónimo de Ribera. La pintura española del Siglo de Oro es tan alucinante que cuesta creer que coincidiesen todos en tan poco tiempo; pero a la vez me hace comprender la necesidad del arte de buscar nuevas formas de expresión. En cualquier caso, volver al museo y tratar de apreciar en un par de horas miles de obras, cada una de las cuales justificaría una tarde entera, no tiene sentido. Es un exceso tan inmanejable que acaba impidiendo disfrutar y deja agotado. Sobre todo si se va cargado con una mochila y un chaquetón bajo el brazo por no tener monedas para la consigna. Uno recorre salas y salas y se da cuenta, al pasar, de que ha dejado atrás Los fusilamientos del 3 de mayo, las Tres gracias o al Greco entero. Y llega un momento en que esperando al ascensor ve, en una hornacina, un busto italiano del siglo XVI, maravilloso, y le entran ganas de quedarse allí sentado toda la tarde mirando para él.
* * *
No pretendo corregirlo en falso, pero en el centro de la ciudad existen varias librerías. Otras han cerrado por jubilación de sus propietarios, ausencia de clientes, o escasez de medios económicos.
ResponderEliminarLibrería en Real, 71, 981250956 y otra,
Central Librera, rúa Dolores nº 2,4. Tfno. 981352719, abre a las 09,30). amplio local de exposición en 2 manzanas enfrentadas. https://www.facebook.com/centrallibreraferrol/
Confirma Google que hay otras con inferior alcance a las arriba mencionadas, por ser local compartido con papelería, libros usados.
Librería Diocesana Chamorro, Rúa Magdalena, 153. 981 352291
Escriban en su navegador; librerías en Ferrol.
Léase el maravilloso enlace:
ResponderEliminarAndrew y Jamie Wyeth, una exposición para quedarme a vivir:
http://www.cosasqmepasan.com/2016/04/wyeth-una-exposicion-para-quedarme-vivir.html#.Vwr0euPQC00
Nota: Corrijan la el anterior vínculo por:
ResponderEliminarhttp://www.cosasqmepasan.com/2016/04/wyeth-una-exposicion-para-quedarme-vivir.html
Fragmento de un encomiable e histórico relato de infancia:
ResponderEliminarNos acostamos y, cuando estoy absolutamente seguro de que Fernando está dormido, lloro durante mucho rato, sin pensar en nada. Lloro porque sí, hasta que me quedo dormido.
Léanlo al completo e incluyan los deliciosos comentarios en:
http://lluevenangeles.blogspot.com.es/2016/04/taller-bremen-tema-un-entierro.html
Manolo: tiendas de libros, esas son tiendas de libros (como podían ser de zapatos o tornillos). Si quieres que lo diga de otra forma: no hay libreros.
ResponderEliminarGracias por la recomendación de ambos posts.
¡No hay libreros...! Peligrosa definición, si coinciden comercio y Librería en la Central Librero, es una librería hereditaria de padre a hijos de rango familiar. Digo "peligrosa" porque el Comercio "es vender" incluso aunque el librero sea vocacional, y el vender es igual para un libro que para u tornillo, es disculpable que se confundan el empeño en ambos: librero y tendero, no se debe exigir más allá de lo humano exigible. cuando ese ser vive y mantiene su familia de esa "librería", realmente no se puede exigir que el librero sea un ángel y no viva de su comercio, incluso aunque roce esa delicada línea mencionada...
ResponderEliminarEn esa página de FaceBook de Central Librera, con el envío de libros, si leemos entre líneas vemos que hay algo más que quizás se aproxime a eso que Ud. querría ver en todos los libreros locales... y que no se puede pretender igualarlos con todos los demás por lo arriba indicado, que puede llevar a los libreros vocacionales a la muerte o ruina familiar o económica... si no venden libros (como tornillos). ¡Disculpe... lo siento...!
No los culpo de querer vender, ni mucho menos. Es más sencillo: no saben de libros.
ResponderEliminarUn abrazo.
En Cádiz (donde el agua está más fría que en Cabo Gata, por ejemplo, pero es una sopita en comparación con Galicia) hay varias tiendas de libros, una librería (Quorum) y una tan solo una BUENA-BUENA librería, Manuel de Falla, que es más pequeña que la anterior pero que tiene un librero que vale un potosí. Y para mí es un orgullo que me llamen allí por mi nombre, me pongo más esponjao que un gorrión gordito.
ResponderEliminar"Una tan solo una". Eso me pasa por cagaprisas y por no corregir el comentario antes de darle al botoncito de las narices. Póngan un paréntesis chapuceador o borren mentalmente el primer "una", please.
ResponderEliminarConozco ambas, y en ambas compré algo este verano. Y hablé con el librero de la Falla.
ResponderEliminarY le aseguro a usted que firmaba ya por una Quorum aquí.
Esa es su referencia, ahora lo entiendo...
ResponderEliminarPodría solucionarse con el apoyo de la Universidad y la expedición de leyes o decretos del Gobierno de la Nación. El Gobierno privatizaría el uso de Bibliotecas con impuestos acordes y exigencias u prohibiciones varias para el local, y de títulos universitarios (formación universitaria), que eleven y rescate el título del Librero al rango Universitario, eludiendo el modo actual en que cualquiera cree ese tipo de comercio con sólo una licencia del Ayuntamiento y el pago impuestos correspondientes (IVA, u otros) y carezca o no de las correspondientes aptitudes profesionales exigidas... que el título universitario elevaría.
Mientras no llegue ese momento, las cosas seguirán como hasta ahora y Ud. tendrá que desplazarse a esos lugares alejados en los que Ud. encontró verdaderos profesionales con aptitudes superiores de Librería...
En forma similar a lo ocurrido con las Boticas en que se exige la formación de "Farmacia"...
ResponderEliminarVéase (sugerencia de el padre Google): El romántico sueño de ser librero. Emma Rodríguez (El País Semanal)
ResponderEliminarhttp://elpais.com/elpais/2015/09/25/eps/1443196814_510159.html
No está mal el plan. Yo ahora lo agradecería.
ResponderEliminarLa librería Tipos infames es frecuentada por amigos de este blog.
Gracias.
Mira, Manolo:
ResponderEliminarhttp://www.lavanguardia.com/opinion/20160424/401320998441/el-librero-de-cabecera.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=botones_sociales&utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=botones_sociales&utm_source=facebook&utm_medium=social
Si es que está bien el enlace...
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